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Querido D,
No sé cómo comenzar esta carta? ¿Debería decirte que por poco te mueres y que casi te perdemos un soleado domingo del verano, en un día cuando todo parecía posible, menos la tragedia?
No sé cómo comenzar esta carta? porque quiero decirte «lo siento», pero estas dos palabras me parecen sumamente inadecuadas.
Pasaste cinco días en el cuidado intensivo, estabas conectado a un respirador y te metieron tubos por la nariz; llevabas un gorro de gasa con una maraña de alambres para medir la actividad de tu cerebro y alertar a los doctores por si sufrías más convulsiones. Parecías un muñeco perdido en aquella cama de hospital.
Los cirujanos tuvieron que operarte tres veces para remover todo el tejido cicatrizal de tu garganta y pulmones congestionados, resultado del tubo que los paramédicos te metieron por la tráquea para salvarte la vida. Incluso cuando podías respirar por sí mismo y la mayoría de los tubos se habían desaparecido, tu cuerpo se tensaba, se torcía y temblaba con movimientos involuntarios que no te dejaban descansar, te miraba mientras apretabas los dientes y gemías luchando contra el infierno de tu mente que fue privada de oxígeno por demasiado tiempo, fui un testigo inútil a tu sufrimiento.
Después de que los doctores te dieron de alta para empezar tu rehabilitación, tuviste que aguantar seis semanas de terapia intensiva, lloraste, gritaste y luchaste con los terapistas. Te tomamos por la mano y lloramos también.
Finalmente pudimos llevarte a casa en un día soleado y caliente a principios de agosto. Aun así, no podías caminar ni hablar ni sentarte solo, así que después de todo eso, la frase «lo siento» no es suficiente.
No sé cómo empezar esta carta? pero te diré que como madre, mi trabajo principal es mantenerte salvo y seguro, es el instinto básico de todas las madres, desde la pequeña mariquita hasta la osa grandota, sobre todo somos protectoras, así es como hemos evolucionado y es por eso que hoy estoy viva. Mi mamá aseguró mi supervivencia, y su mamá aseguró su supervivencia y así es el principio de toda madre, pero aquella mañana, aquel domingo soleado del verano mis acciones traicionaron mis instintos, ignoré miles de años de sabiduría cuando te dí esa cajita roja de caramelos, en vez de estar presente para ti, estuve distraída e impaciente, quería calmar tu rabieta y mantenerte ocupado mientras podía terminar mis quehaceres, dejé que la vida estorbara mi deber primordial.
Recordándolo ahora me siento triste y enfurecida pensando que casi te cambio, mi hijo precioso, por diez minutos de trabajo en la computadora y un piso limpio.
Entiendo por supuesto, que nadie es perfecto, que ser madre no te hace infalible, al contrario, en mi experiencia la maternidad y la perfección son polos opuestos, pero esta comprensión no puede detener mi mente de reproducir la escena cada vez que cierro mi ojos, de querer regresar al pasado para reparar mi error, tampoco detiene la angustia que siento al pensar que podría haber evitado tu accidente si solo…
Cuando me preguntan cómo te ahogaste, casi no puedo decirles la verdad, siento como si estuviera confesando un crimen una y otra vez.
Le di a mi hijo de dos años un paquete de caramelos. Y cuando yo no estaba prestando atención, él se metió un puñado en la boca y casi se muere de asfixia.
Cada día tengo que evitar la tentación de merodear en mis sentimientos de culpabilidad porque quiero salir adelante contigo, quiero acompañarte en este camino tan duro.
No puedo cargarte, todos me lo dicen, tienes que aprender a caminar por ti mismo, pero lo que no saben es que yo no podría cargarte aunque quisiera, eres tú quien me carga a mí con tu fuerza, con tu resistencia y espíritu indomable.
Eres el herido mi Dominico, pero también eres el sanador. La primera vez que me sonreíste después del accidente me sanaste el alma cansada y sigues sanando a nuestra familia al mismo tiempo que luchas por recuperar tu salud.
No sé que nos trae el futuro ? cada vez que tengo el valor suficiente para preguntar a los médicos sobre tu recuperación a largo plazo me contestan, «No sabemos». Supongo que es la respuesta más prudente.
No me siento enojada, pero esa respuesta me frustra, quiero que me prometan que mi hijito volverá más fuerte y más saludable que nunca, sin embargo, una cosa es segura , que cuando la ciencia termina la fe empieza.
No sé cómo terminar esta carta? solo quiero decirte que no me merezco otra oportunidad para amar y cuidarte como te mereces, pero yo sé que lo puedo hacer mejor como todas las madres que se enfrentan cara a cara con la muerte, sé que el espacio entre este mundo y el próximo es demasiado estrecho. No lo olvidaré.
No sé cómo terminar esta carta? pero quiero decirte gracias, pero esa palabra tampoco es adecuada para expresar mi gratitud. En el hospital; cuando estabas inconsciente respirando con la ayuda de una máquina, te pedí que te quedaras conmigo y quizá soy ingenua o tonta al creer que me pudiste oír y por eso decidiste quedarte, sin embargo, eso es lo que me ayuda cuando la duda me abruma y me pregunto si podré seguir. Tú te quedaste.
Estás aquí conmigo en esta tierra, en este momento y eso es lo único que importa.
Te amo,
Mamá