El aire que está dentro de las llantas o neumáticos de los vehículos nos permite tener maniobrabilidad y tracción. Al ser un gas, el aire se contrae cuando se enfría y se expande cuando se calienta. En invierno las temperaturas en Ohio bajan y el aire de las llantas se contrae, generando así la necesidad de poner más aire a las llantas para poder estar a una presión adecuada. Si el sensor de la llanta se enciende durante el invierno no precisamente indica que la llanta esta ponchada o que tenga un problema.

Existe una regla que indica que por cada 10^oF que baja o sube la temperatura, la presión de la llanta baja o sube un 2%, respectivamente. En el caso de vehículos ligeros (automóviles y camionetas) este cambio es aproximadamente de una libra por pulgada cuadrada (PSI- pound per square inch).

Neumáticos con presión baja pueden llegar a alargar la distancia de frenado, perjudicar la direccionalidad del vehículo, provocar que el vehículo patine o incrementar el consumo de gasolina. El tener las llantas a una presión adecuada ayuda a que la vida de las mismas sea mayor.

Generalmente el manual del vehículo o una calcomanía o placa localizada en la parte lateral de la puerta más cercana al manubrio indican la presión recomendada. Se recomienda hacer la lectura de la presión cuando no se ha rodado mucho el vehículo y en la mañana, cuando las llantas se encuentran frías. Es normal que al rodar el vehículo por varios kilómetros se calienten y por lo tanto la presión aumente. Para temperaturas más bajas también existen neumáticos de invierno.

Cuando el verano regrese, no hay que olvidar volver a adecuar la presión ya que una presión muy alta tampoco es buena.

Ver las calles en blanco es lindo, sin embargo, el invierno presenta varios desafíos. Hay que tener cuidado con lo que no estamos acostumbrados y revisar periódicamente la presión de las llantas de nuestro vehículo.

Rueda por la alameda, por la arboleda o por la moraleda; las llantas ruedan mientras puedan.